domingo, 7 de julio de 2013

La Señora

Para José.

Habia empezado José sus vacaciones de verano y decidió pasar unos días  en una celda en el monasterio de Montserrat, con la intención de descansar  y hacer unas fotos para sus magníficos reportajes.

Ese día después de haber pasado su primera noche allí decidió que saldría de madrugada a pasear por alguno de los múltiples caminos que hay en esa montaña mágica.

Asi lo hizo.

Pronto de mañana salió con su cámara de fotos para inmortalizar posibles instantáneas para alguno de ellos.

Prometía un día soleado y claro, todavía no hacía demasiado calor, por lo que apetecía ese paseo que además de ser relajante le daba imágenes bellísimas del cielo en su primera hora, cuando la noche se despide para darle al dia su oportunidad, en esa cadencia sagrada que se repite todos los días desde la eternidad, cuando el sol intenta enamorar a la luna vistiéndose con sus dorados ropajes y ella se marcha vestida de plata, coincidiendo por breves momentos uno con el otro complementándose sin tocarse.

Eso pensaba José ante la belleza del cielo. Al rato vió en un recodo del camino una cueva bastante grande, se acercó a ella.- Con cierta prudencia, miró, se veía bastante claridad en su interior y entró a curiosear.

Estaba limpia, pudo apreciar que era muy antigua y que contenía elementos interesantes de retratar, asi entretenido mirando le pareció ver en el fondo de la mísma la figura de un hombre, un monje.

Estaba sentado sobre una piedra.

José se acercó a él, se miraron durante unos segundos, seguidamente se saludaron, efectivamente era un monje del monasterio.

José le comentó que estaba por unos días hospedado allí y que le gustaba hacer fotografías y además aprovechaba para relajarse.

El monje le dijo que llevaba desde joven viviendo en el monasterio, que había renunciado a una vida de familia para encontrase con la divinidad.

José le preguntó si la habia encontrado en su renuncia.

Él le responíó, que habia averiguado que se podía encontrar en cualquier acto de nuestras vidas, en una sonrisa, en un apretón de manos, en el día a día, ya que esa divinidad es parte de nosotros, solo que creemos que debemos buscarla fuera, incluso en  las imágenes.

Entablaron una cordial conversación, se explicaron muchas cosas, pero una de las que más sorprendió a José, fue la de la señora.

El monje le relató que hace muchos años en esa mísma cueva se le apareció una señora de una gran belleza, de gran luz, sus ojos estaban llenos de compasión, de amor, y de una gran dulzura, en una mano portaba un rosario de coral y en la otra pétalos de rosa. El cielo se abríó ante su presencia para que ella lo atravesara y así acercarse a esta dimensión.

Desde ese episodio, vengo todos los días aquí para si la señora se me aparece de nuevo.

José se interesó mucho por lo extraño que era este suceso. Le preguntó si la señora le habia dicho alguna cosa.

Si, me regaló algunas palabras pero aunque nada hubiera dicho me hubiera dado igual, su presencia fue más que suficiente, eso le hizo recordar al monje, que antes de su aparición la cueva empezó a oler a rosas, no lo comprendí hasta que se oyó un trueno y el cielo se abrió ante mí, una luz cegadora lo inundó todo, luego apareció ella, la Magdala, el espiritu exaltado de la paz, la madre del mundo.

Pero que le dijo? preguntó nuevamente José.

Dijo.

Que la humanidad solo conocerá el despertar cuando lo haya conseguido, durante ese proceso estará alienada y perdida en la experiencia. de sus pensamientos y emociones, dijo. Estais en estado de ensoñación vuestra conciencia se pierde en su propio sueño, debeis comprender que la evolución no viene de afuera, pero cuando busqueis en vuestro interior la iluminación como el que busca un objeto, no lo encontrareis porque ese reino no hay que buscarlo, ya está aqui, cuando el ego deje de influir en vuestras vidas, encontrareis la calma, el verdadero ser y la disolución de las formas, entonces, y solo entonces quedará la esencia primigenia del amor.

El monje quedó en silencio.

José esperando, Y?

Y se fue, desapareció, en el  más absoluto silencio, en el suelo de la cueva quedaron los pétalos de rosa que llevaba en su mano y que hoy todavía tengo en mi celda, frescos como el día que la ví, durante mucho rato la cueva siguió oliendo a rosas, y como ya te he dicho todos los días vengo esperando encontrarla nuevamente.

Y a cambiado mucho su vida desde entonces? Preguntó José.

Ingresé en el convento para buscar el silencio, la paz, perderme del mundo, después de la visita de la señora entendí que en cualquier lugar estemos donde estemos lo llevamos con nosotros, la divinidad está encarnada en nosotros.

Somos la luz hecha  forma, la ilusión no nos permite ver la realidad que subyace bajo la capa de la apariencia y solo allí en nuestra intimidad es donde la podemos hallar.

José asintió con la cabeza, le gustó mucho lo que el monje le había contado.

Llegó el momento de la despedida, se abrazaron con mucha calidez, José salió de la cueva con una energía diferente,como hacia tiempo no se había sentido.

Estuvo dos días más en Montserrat y luego para casa, cuando llegó como había hecho muchas fotos, las introdujo en el ordenador para ver su reportaje. Habían quedado preciosas, unas vistas espectaculares, cuando llegó a las de la cueva una le llamó mucho la atención la acercó y la sorpresa que se llevó fue monumental, algo velada, pero se apreciaba un cielo abierto y una señora, bellísima, con una gran luz que emanaba de su corazón, José había captado su esencia con su cámara. Una afirmación de lo que el monje le había explicado pero sobre todo que de alguna manera este regalo y el mensaje también era para él.

José lloró de emoción.


Inolvidable experiencia, pero tu ya sabes que la madre del mundo existe, porque te ha protegido y siempre lo hará.

Muchas personas, tienen visiones, cada uno las percibe de formas distintas, como corriente eléctrica en el cuerpo, como aromas florales,como mensajes telepáticos, o respuestas que nos aparecen en TV, libros u a través de otras personas, no penseís que estas historias son tan descabelladas, conózco muchas personas que me han comentado experiencias increibles, además cuento con las mías propias que no son pocas.

No olvideís que nos cuidan, que nos ayudan, solo habeís de pedirlo.

Gracias infinitas por leer mis historias. Compartidlas por favor si son de vuestro gusto.

Son oraciones.

Sin vosotros no podría escribir. Sois mi inspiración. Un abrazo muy fuerte.

Luz y progreso.


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