martes, 17 de diciembre de 2013

El milagro de la Navidad.

Esta historia se la dedico con mucho cariño a mis compañeros de trabajo.

Había una vez en una aldea lejos de aquí, donde vivía una niña que estaba enferma, permanecía siempre en la cama y estaba triste por ello. Sus padres no sabían que hacer para alegrarla, le compraban los mas hermosos juguetes, le leían cuentos, hacían que la visitaran otros niños para que jugaran, pero ella no podía saltar ni correr con ellos, y así transcurrían sus días, cada vez más triste y apagada.

Próxima la Navidad, sus padres montaron un precioso árbol lleno de bolas de colores, guirnaldas doradas, luces maravillosas.

Luz, que así se llamaba la niña lo miraba asombrada, pero ni siquiera pudo participar en la decoración del mismo.

Llegó la noche del 24 de diciembre y pidió a sus padres que la acomodaran en el sofá del salón, quería pasar la noche cerca del árbol y de la ventana. Hacía un cielo sereno y la luna llena iluminaba el salón de una forma sagrada.

Por supuesto sus padres la complacieron enseguida, instalándola allí para que pudiera disfrutarlo, entrada la noche las luces del árbol se apagaron repentinamente, casi al mismo tiempo la ventana se abrió de par en par, afuera nevaba. En ese instante entraron por ella una multitud de luciérnagas minúsculas que revolotearon encima de Luz, seguida y ordenadamente se colocaron en el árbol como si de guirnaldas se tratara, dándole una luminosidad increíble, la niña con los brazos en alto emocionada, miró hacia  afuera y vio que se acercaba volando una bella mujer, blanca como la nieve, luminosa como las estrellas.

Entró.

La señora se le acercó, la miró con mucha ternura y la saludó.

Le dijo que venía para hacerle un regalo, que solicitara su deseo en esa noche tan especial. Luz le dijo que quizá lo que ella deseaba era algo muy difícil de cumplir.

Prueba a pedirlo, dijo la señora, eres una niña acaso no crees en la magia, Luz la miró y se encogió de hombros. Pídeme tu regalo pequeña, tu me has llamado al soñar infinitas veces con ello, dímelo, pídelo con fe, con la certeza de que será cumplido.

Quiero curarme, le respondió la niña, para poder jugar con mis amiguitos, para poder disfrutar si cabe aun más de mis padres, para poder llevar una vida normal y que ellos sean felices viéndome a mi bién.

La señora la tomo de sus manitas y le dijo.

Tu deseo te es concedido. En ese mismo instante una corriente de energía recorrió todo el cuerpecito de la niña y sintió que estaba curada, Luz no sabía que decir, tenía las manos de la señora fuertemente cogidas.

Le preguntó quien era.

A lo que ella respondió, Yo soy la que soy una parte de ti una parte del todo, un hada en mi apariencia visible para esta ocasión, yo voy con mis luciérnagas de luz a aquellos lugares donde creen en la magia, allí donde saben que los milagros son posibles, donde hay esperanza, donde hay fe, donde me llaman.

La señora muy dulcemente fue separando sus manos de las de la niña, despidiéndose, ya que tenía más trabajos que atender con otras familias.

Salió por la ventana seguida de sus amigas de luz desapareciendo en la noche como una estrella fugáz.

Las luces del árbol volvieron a iluminarse, todo había quedado bajo los efectos de un silencio mágico, una nueva vida empezaba para ella y sus padres.

Se levantó del sofá y fue a la habitación donde dormían, los despertó.

Cuando la vieron allí, de pie no podían creerlo, saltaron de la cama y llorando la abrazaron. Luz explicó lo que había sucedido. Muy escépticos ellos, le prometieron que desde ese día siempre habría un espacio en sus corazones para aquellas cosas que ellos no podian comprender.

Así en agradecimiento decidieron habilitar en su casa un lugar para que los niños enfermos o desfavorecidos del lugar  pudieran ir a escuchar las historias que les leía Luz y participar de juegos y diversiones, haciendo así sus vidas más felices.

La inocencia hace ver y vivir experiencias que están más allá de la superficialidad de las cosas y hace posible que los milagros ocurran.

Todos los cuentos son historias para el alma. No dejemos nunca de ser niños, de esa forma entenderemos mejor el proceso mágico de la vida y la disfrutaremos más.

Mis queridos compañeros de trabajo, aprovecho estas fiestas para agradeceros todos los momentos tan maravillosos que hemos compartido y que entre todos hemos echo de nuestro día a día una experiencia inolvidable, como debe ser ya que es a través del conjunto como se ayuda a enriquecer la unidad del alma, compartiendo, sin rivalidades, valorando, respetando.Y así ha sido entre nosotros. Cuando pase el tiempo y vayamos cambiando de situación, siempre recordaremos esos momentos que han echo de nuestra vida profesional algo mágico y en consecuencia llevarnos a nuestra vida personal el buen sabor de boca de un trabajo bien hecho. Gracias por ser tan extraordinarios.

Gracias a todos por leerme. Luz y progreso.

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